miércoles, 1 de septiembre de 2010

Una tregua

Se acabaron el chocolate. El se chupó el dedo y dejó que se le pegaran los granitos de azúcar que quedaban en el plato de los churros; a los dos les gustaban muy dulces. Ella pidió un vaso de agua.

- Mejor que sean dos.

Se limpiaron los labios con unas servilletas de papel con los bordes rojos, hicieron con ellas una bola antes de dejarlas en el cenicero vacío.
Y siguieron discutiendo.

2 comentarios:

  1. Yo creo que la clave del relato está en los bordes rojos de las servilletas, si en vez de rojos fueran naranjas la cosa cambiaría mucho, mucho.

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